NUEVA NOVELA

ANDAR SIN PENSAMIENTOS

de Leonel Mitre

“Andar sin Pensamientos” – Con una prosa sincera, profunda y descarnada, Leonel Mitre ofrece una historia que, como una casa, va construyendo desde los cimientos hasta crear un universo propio, plagado de viajes, tango, sexo, literatura y amor.

“Ya en aquellos tiempos mi camino se asemejaba al que había transitado Henry Miller, pero años más tarde, cuando esas similitudes no hicieron más que acentuarse, no logro desentrañar si es porque lo imité inconscientemente o si lo noté después de andarlo. Algo como lo que le sucedería a Pierre Menard, la exacta repetición de lo previamente desconocido, aunque aquí no se trate de una obra sino de una vida.”

 

Cuando Pumael Roca abandona una gris vida de oficina para intentar convertirse en escritor, entiende que deberá llegar al fondo de sí mismo, “aunque tenga que arrancarse la piel a dentadas”. Un proceso en el que se enamora perdidamente de Bianca, “la madre del sexo”, una bailarina de tango de la isla de Cerdeña que termina de impulsarlo al cambio de vida radical. Para alcanzarlo, como reza su tango preferido, primero deberá saber sufrir, después amar, y después partir para, quizá, lograr andar sin pensamientos.

En el camino, el secuestro de dos niños del que es casual testigo (¿lo es?), lo lleva a sumergirse en un submundo peligroso, plagado de misterio y revelaciones impensadas. ¿Puede la omisión generar la misma culpa que la acción?

Persiguiendo por Europa a su tanguera, Pumael se cruzará con personajes singulares que lo pondrán constantemente a prueba para, a través de ellos, rearmar la estructura de una humanidad deshilachada pero latente, aún con vida. 

Y lo hará rigiéndose sobre dos máximas, incluso si no quisiera vérselas con ellas: “todo amor es, de alguna manera, sufrimiento”, y “los niños deberían ser intocables”.

 

Con una prosa sincera, profunda y descarnada, Leonel Mitre ofrece una historia que, como una casa, va construyendo desde los cimientos hasta crear un universo propio, plagado de viajes, tango, sexo, literatura y amor.

Una novela que, más allá de su trama, es una profunda reflexión sobre los límites de la propia humanidad y su posibilidad de redención; una crítica volcánica a algunos horrores sobre los que el hombre parece más ajeno que ocupado; y sobre amor. Un amor enorme, obsesivo y desequilibrado, que tendrá un final tan inesperado como emocionante.

 

“Yo la seguiría adonde fuera, como siempre había hecho.”

Experience First Pages
FOR FREE

Después… sí importará el después

 

Ella garabateó una nota y se fue a bailar tango con el profesorcito.

Con las manos metidas en los bolsillos, camino en la oscuridad de la noche balbuceando lamentos. Estoy leyendo a Henry Miller y, como no soy más que un escritor de imitación, pienso y escribo según leo. Con esa influencia, entonces, me gustaría andar el invierno de silenciosos callejones neoyorquinos, pero lejos de eso lo que recorro es la excitada Río de Janeiro, cuyas veredas están tomadas por bandas de facinerosos que a cada paso me piden fuego. Cuando doblo en una esquina veo a una pareja que viene de frente, y al pasar a mi lado escucho que son argentinos. Ella tiene una pequeña en brazos, y él lleva de la mano a un rubiecito de ojos saltones. La beba berrea y su llanto rebota haciendo eco, obligándolos a apurar el paso porque no pueden disimular su presencia ante las pandillas que se los comen con los ojos. Los argentinos les tememos a los negros porque no convivimos con ellos. El llanto se aleja, dejándome de nuevo solo en mi lobreguez.

A medida que asciendo, las calles se estrechan pero no son solitarias. Siempre hay gente en cueros o musculosa, con los ajustados shorts deportivos que se usaban en los ochenta. Se me acabó el Amsterdamer pero me queda el fiel Domingo de vainilla, que lío mientras camino. Saco el filtro del bolsillo, lo pongo en la punta del papel –cuidando que el pegamento quede cara adentro– y lo cargo con un poco de tabaco, no mucho porque si me excedo se espesa y se apaga. Hay que dejar que el aire corra dentro. Entre el índice y el central sostengo el papel con el tabaco y el filtro, lo rolo un poco para que tome forma, lo cierro y chupo el borde que contiene el pegamento. “Si viese lo elegante que debo haber estado mientras liaba este cigarrillo”, pienso estúpidamente. La soledad de estar sin ella se potencia. “¿Qué estará haciendo?”

Cierro los ojos y la veo bailando adherida al profesor que se ciñe más de lo debido, lo que ella aprovecha para prensar sus pechos contra él, recobrando la excitación de antaño. Los veo deteniéndose poco a poco aunque el tango continúe; las caras volviéndose, los labios buscándose en silencio.

Sigo caminando en la oscuridad de la ciudad con una mano metida en un bolsillo y la otra sosteniendo el cigarrillo que se consumió en mis dedos sin que le diese una sola calada, qué me importa el cigarrillo. Me duele la mandíbula, que ha estado tensionada, y siento que los ojos se me salen de las órbitas. Avanzo perdido e intento borrar esos pensamientos contando estrellas u observando a la gente extraña que aparece frente a mí como bits de un videojuego. Me fuerzo a expulsar la imagen y así recorro la noche, sumido en una desesperación atroz y solapada, que se niega a dar la cara. Toda mi vida es este instante, es este cielo estrellado de olor salino, estos sonidos policordes de la samba. No puedo concebir nada que no sea esa mujer que ahora baila tango con otro hombre. De pronto, caigo en que mi mundo se ha reducido a una sola página que empieza a enmohecerse. Esa página la tiene a ella y me tiene a mí, y tal vez contenga algunos libros, pero nada más. Una existencia en una esfera cerrada.

Continúo andando con las manos en los bolsillos, sintiendo la noche que se sumerge en mis fibras; no cambia nada, no mejora nada. Como en un velódromo, doy vueltas en el interior de mi esfera sin lograr salir de ella. Pedaleo con ahínco pero sigo dando vueltas, como un hámster. Nadie puede estar peor porque nadie existe, nada sucede que no sea mi congoja por haber sido abandonado. Mi pesar es la peor de las desdichas, lo estoy perdiendo todo. Porque ella es todo y es nada; ella es mi Tao.

Sigo andando y desciendo la cuesta arrastrado hacia la playa, y, cuando alcanzo la orilla, armo otro cigarro y vuelvo a lamentar que no esté mirándome. Todo es confusión en mi cabeza porque no soy bueno sufriendo, pero será mejor que me acostumbre porque, sin ella, solo habrá dolor y desconsuelo. En un arrojo de autocompasión, me digo que nadie podría sufrir más que yo.

Salto de la playa hasta la Avenida Atlántica. Continúo en mi espiral de manos en los bolsillos y un incesante repiqueteo de lamentos, “me encerraste en una esfera de tristeza, me trasformaste en el ser más desdichado del mundo.” Entonces vuelvo a la Avenida Atlántica, sin saber que todos los poderes se confabularon para darme una lección y será mejor cerrar la boca, porque siempre hay alguien que sufre mucho más. Cada persona es un drama solitario. Estoy en la ancha avenida con su bulevar en el centro y el mar a un costado. Aún falta para la medianoche. La gente es una multitud que se mete en los restaurantes o patina bajo la fresca sombra de la noche.

Alzo la vista y noto que, unos metros adelante, camina la familia argentina que había cruzado previamente. La beba va dormida en los brazos de su madre, mientras que el niño camina del lado de la calle, tomado de la mano de su padre, quien aprovecha para decirle a su mujer algo al oído. Ella ríe y le lanza una mirada que contiene una promesa. Camino a unos veinte metros de distancia, observándolos sin envidia ni resentimiento; los veo andar sin prestarles atención porque estoy inmerso en mis problemas siderales, aunque de algún modo estoy sujeto a ellos, ya que caminamos cien metros y no doblo en la siguiente esquina sino que continúo mirándolos, espectador inconsciente. De pronto, como una ráfaga, siento un golpe en la espalda. No necesito girarme, el negro que me ha chocado pasa corriendo con la fuerza de un Ferrari. Va con el torso desnudo a una velocidad astral, y al superarme consigo escuchar que jadea. Me sortea de tres zancadas, alcanza a la pareja y, como un tigre, desde atrás lanza un zarpazo con el que arrebata al niño tomándolo por la cintura, y se lo lleva alzado como un balón de rugby.

Tiemblo un instante, pero después pienso que no será más que la broma de un amigo. Aunque la pantera en cueros no puede ser amigo de esa dulce parejita, qué va. Se está llevando al niño, lo ha hecho en un segundo, como un golpe de viento. En cámara lenta veo los movimientos del padre, la confusión inicial, la mirada que se adelanta y advierte que su pequeño va agitándose en los brazos del tipo en cueros que ya le ha sacado treinta metros de ventaja y, hasta que reacciona, mira a su mujer y se lanza al rescate, el captor ya está a sesenta metros y sigue alejándose. La madre emite un aullido agudo mientras su marido corre; amaga con ir tras ellos pero se detiene, pues con la beba en brazos no puede avanzar. Me quedo estático, no muevo un músculo, no puedo hacer más que abrir los ojos y seguir la escena. Una anciana está parada junto a la mujer y le ofrece sostener a la niña. Todo sucede con prisa. Con un gesto le indica que vaya por su hijo. La mujer le deja la beba y también se eyecta tras el secuestrador, mientras yo siento que mi esfera se hace trizas, se abre mostrándome la cara del dolor ajeno. Detrás de mí detona una explosión: es el caño de escape de un viejo escarabajo verde que arremete y me rebasa persiguiendo al negro con el niño y a los dos desgraciados que van tras él. El coche sortea fácilmente a los padres, se detiene en la siguiente esquina y, con una sincronización pasmosa, el negro se lanza de cabeza dentro de él. Antes de que el padre logre alcanzarlos, el escarabajo verde, haciendo escándalo con el escape, dobla y desaparece, llevándose consigo al hombre y al niño.

En una nueva forma de angustia, no consigo más que contemplar incrédulo ese drama que acontece ante mí. La madre se dobla y grita “¡Nooo!”; el padre permanece con los brazos estirados, la posición con la que intentaba rescatar al niño, se voltea y exclama “¡Dios!”, y se queda girando como un trompo. Después se acerca a ella, la toma de los codos, se miran con una desesperación tan grande que les impide pronunciar palabra, se agarran y siguen mirándose y siguen gritando y siguen llorando y siguen girando como trompos. Todo el mundo se ha parado en las veredas, asombrado al ver que esas vidas se vayan deshaciendo frente a sus ojos, como en una intervención circense. Pero entonces ocurre algo que podría ser milagroso: otra vez, detrás de mí, escucho el escape del escarabajo verde. ¿Están regresando? No soy el único que lo oye, porque los padres alzan el rostro, anhelantes de una esperanza. Veo venir el escarabajo verde, al mismo tiempo que observo cómo los padres se componen y recobran acción. Adentro está su hijo. El coche pasa a mi lado pero extrañamente parece aminorar la marcha; me tiro contra la pared, vuelvo la cara y, por reflejo, miro hacia adentro. El pequeño sigue en brazos del negro, que le tapa la boca para que no grite. El coche frena a unos metros. Los padres corren hacia donde estoy yo, lanzan alaridos que se mezclan con el estruendo del escape, el cual ha vuelto a ponerse en marcha; entonces, veo el terror que asalta a los padres cuando la vieja que les ha cuidado la beba (de la que todos nos habíamos olvidado porque estaban robándose al pequeño) pega un salto, se mete también dentro del auto, y se aprieta contra el negro con la niña entre los brazos.

La madre se detiene, ni siquiera corre; se detiene y mira a su esposo que corre sin sentido, porque ya el escarabajo verde ha doblado y se ha perdido; mira a su pequeño en brazos del negro, mira a la vieja y a su beba. Mira cómo los captores escapan llevándose a sus hijos. Mientras ella observa todo esto, yo la contemplo a ella, doblándose en dos otra vez, cayendo a la vereda con gesto perdido. Cambio la mirada y percibo al hombre que se toma la cabeza, agarra a la gente de los brazos, dice “no” y dice “por Dios”, repite “no”, y se queda dando vueltas como un trompo.

Lorem ipsum dolor sit amet conse ctetur adipisicing elit, sed do eiusmod tempor incididunt ut labore et dolore magna aliqua. Ut enim ad minim veniam, qused do um dolor sit amet conse ctetur adipisicing elit, sed do eiusmod tempor incididunt ut labore et dolore magna aliqua. Ut enim adum dolor sit amet conse ctetur adipisicing elit, sed do eiusmod tempor incididunt ut labore et dolore magna aliqua. Ut enim ad…

Lorem ipsum dolor sit amet conse ctetur adipisicing elit, sed do eiusmod tempor incididunt ut labore et dolore magna aliqua. Ut enim ad minim veniam, qused do um dolor sit amet conse ctetur adipisicing elit, sed do eiusmod tempor incididunt ut labore et dolore magna aliqua. Ut enim adum dolor sit amet conse ctetur adipisicing elit, sed do eiusmod tempor incididunt ut labore et dolore magna aliqua. Ut enim ad…

TESTIMONIOS

Opiniones de lectores

"Sábado de buena lectura: Culpas, celos, pasiones y amores que duelen, y el tango abrazándolo todo. Y la porteñidad descripta, además, con mucho acierto y que perfora fibras".

Alejandro Capato

Profesor UBA

ANDAR SIN PENSAMIENTOS

By LEONEL MITRE